Bien parace compañera, que hoy volvimos a ser dos. No uno, ni dos en uno, sólo dos.
Bien parece que la vida se ha hecho valer, y con su consigna se encargado de separar. Porque la vida es quien une, pero también la que separa. Bien parece que hoy los ojos se cierran por desgano, por torpeza.
Pero bien sabemos, que -entre otras cosas- no hemos ido en busca de un sueño para dejarlo ir. No nos ha costado tanto, ni hemos despilfarrado los deseos para dejarlos fluir por el W.C.; tirar la cadena y "hasta mañana chiquititos si dios quiere".
Bien parece que el letargo hoy suena mejor que el esmero, y que la vida ha comenzado a desafinar.
Bien parece compañera, que debemos comer más pasas y recuperar aquello llamado pasión. No por hoy, ni por mañana; no por mí y no por ti, sino, por lo -al menos- llamado futuro.
No fui en tus sueños, me quedé una noche en tus palabras; ni viniste y te fuiste dejándome sólo las ganas de ir a tu encuentro, traerte, para sentarnos y ver como pasa el atardecer entre las córneas y no las sábanas.
No ha pasado poco tiempo, no han pasado pocas cosas, no han cambiado otras más y los logros le ganan a lo gigante.
Es hora de despertar, o fijar bien los límite del soñar.
lunes, abril 25, 2011
viernes, febrero 04, 2011
"Dospapas"
* Arroz
* Ajo
*Aceite de oliva o pepa de uva.
* Hierbas y yerbas varias Pimienta, bailahuén, menta, orégano, óleo, peis, a gusto)
* Ajo picado y muy chiquititos
* Pimienta blanca.
* Mayonesa, a gusto.
* Jugo de limón
*Atún
* Amor, y una que otra pisca de ti.
Preparación del arroz:
El arroz, blanco e indivisible como las nubes, en su perfecto equilibrio entre lo graneado y lo húmedo, se debe amalgamar la sensación de intriga y mixtura, hasta en cada grano ver los ojos de un niño sincero, de un recién nacido recién poseído y desposeído; de un optimista anciano, o de un siempre necesario súperhéroe infantil.
Yo prefiero sazonearlo con ajo, un poco de órégano, pimienta blanca. Democrátivas y creativas desafiantes (y) hierbas; cobijado cálidamente en aceite de oliva, suave y tibio como sus codos en invierno. Como sus pechos, tal vez. Como los míos, también.
Preparación de la salsa:
Encima de la montaña, aún virgen y llamada arroz, se le agrega mayonesa a gusto, en especial con poco huevo y más ácida; como las hechas de papá y de papa, por ejemplo.
Atún en agua, con el agua. Puede incluírse en esta variante marina, un surtido de sabores, emociones y recuerdos; surtido de mariscos también.
Maní salado, jugo de limón.
(Se le puede echar lechuga y palta, emulando el "unpapas", que es el que originalmente lleva palta y lechuga.)
Preparación de la magia:
Esta vez si que tienen que picar el ajo finito, chiquitito o minúsculo -como quieran-, esa es la gracia, ahí radica la magia.
Se fríe y se le añade orégano, pimienta blanca, merquén a gusto, hasta que el ajo cobre un color mano y arcilla, andino y calichero. Esa mano obrera, esa mano que no comía cabiar, esa que le daba duro al arroz y a las papas, al "unpapas", quien sabe.
Todo lo anterior se mezcla bien, hasta conseguir una consistencia inconsistentemente estética -quizás-, pero con conciencia de lo rico y del placer que se consigue al amalgamar sabores, sueños y bonitos deseos. Amor.
miércoles, enero 19, 2011
el caballlero que no tenía caballo, caballería, ni caballerizas
asteado por las consignas sin guerra, los fantasmas de espigas aguijón de escorpiones, sesos vomitados y revueltos en una paila roja por el óxido de viejas tramas, años viejos, viejos malos... sentóse desnudo empapándose de sentimientos intrínsecamente ceñidos a su propia derrota.
caudales y vertientes de mares empetroleados, quizás un brevaje de pétalos marchitos en forma de lágrimas y groseras goteras.
su cabeza, algarabía y estallidos, decretaba la batalla más cruenta y necesaria que debería sortear y que por cierto, lo mantenía herido pese a su propia y viceral armadura.
y así, las vida sin muerte de las guerras se apoderaría de millares de vícitimas como pensamientos, y cientos de jilgueros muertos, entregados a s agónica soledad.
mas nada sería en vano y de algún lgar llamado amazonas eespiritual, cogería lo ´ncio que le restaba sin daños crónicos...
cada paso, cada puñal que narraba -como protagonista, antagonista y testigo- le daban cuenta de la desolasión.
los quijotes de sus ideas se contraponían en perspectiva fundamental y forntal con los remolinos de soledad, inseguridades y serpientes que poseía, en una batalla sin lujos ni jocosidades.
y pese a todo, volvería a pelear, puño a puño hasta acabar con las muuertes putas que se habían encamado con su alma a escondidas, y que lo estancaban como por siempre escandaloso perdedor.
pero el perdedor habría de morir con las mismas rameras vidas que poseía como muertes cogiendo sin descanzo. muertes en sollozo.
lentamente se empoderaba de sus quejas y sus quijotes, y apuntaba en vista directa e inmutable hacia el general, como un francotirador versus un despreciable animal.
Había perdido su armadura lo que, además de darle liviandad, le generaba a su haber victoria sobre noches incesables de mareos y mares; muertes inconclusas y muertes asquerosas, atrapadas en la vestidura de acero insoportable.
dos zapatos rotos, gastados por las pisadas en falso, errores en falso; falsas victorias.
y heridas en todo su cuerpo que no le hacía sino recordar el purgatorio asqueroso, fastuoso y pasado por el que había besado mil besos y por el que había soportado cien mil años.
la victoria era sería, sin tiempos ni pulcritudes; mas sería relativa en términos de tiempo, espacios, miradas, segundos, densidad; e inperfecta como las guerras, como las vidas, como el amor.
caudales y vertientes de mares empetroleados, quizás un brevaje de pétalos marchitos en forma de lágrimas y groseras goteras.
su cabeza, algarabía y estallidos, decretaba la batalla más cruenta y necesaria que debería sortear y que por cierto, lo mantenía herido pese a su propia y viceral armadura.
y así, las vida sin muerte de las guerras se apoderaría de millares de vícitimas como pensamientos, y cientos de jilgueros muertos, entregados a s agónica soledad.
mas nada sería en vano y de algún lgar llamado amazonas eespiritual, cogería lo ´ncio que le restaba sin daños crónicos...
cada paso, cada puñal que narraba -como protagonista, antagonista y testigo- le daban cuenta de la desolasión.
los quijotes de sus ideas se contraponían en perspectiva fundamental y forntal con los remolinos de soledad, inseguridades y serpientes que poseía, en una batalla sin lujos ni jocosidades.
y pese a todo, volvería a pelear, puño a puño hasta acabar con las muuertes putas que se habían encamado con su alma a escondidas, y que lo estancaban como por siempre escandaloso perdedor.
pero el perdedor habría de morir con las mismas rameras vidas que poseía como muertes cogiendo sin descanzo. muertes en sollozo.
lentamente se empoderaba de sus quejas y sus quijotes, y apuntaba en vista directa e inmutable hacia el general, como un francotirador versus un despreciable animal.
Había perdido su armadura lo que, además de darle liviandad, le generaba a su haber victoria sobre noches incesables de mareos y mares; muertes inconclusas y muertes asquerosas, atrapadas en la vestidura de acero insoportable.
dos zapatos rotos, gastados por las pisadas en falso, errores en falso; falsas victorias.
y heridas en todo su cuerpo que no le hacía sino recordar el purgatorio asqueroso, fastuoso y pasado por el que había besado mil besos y por el que había soportado cien mil años.
la victoria era sería, sin tiempos ni pulcritudes; mas sería relativa en términos de tiempo, espacios, miradas, segundos, densidad; e inperfecta como las guerras, como las vidas, como el amor.
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